jueves, 22 de abril de 2010
“La luces de Rivadavia” Don Bernardino había vivido un tiempo en Inglaterra, de donde volvió “henchido de orgullo” como un pavo real. Yerno del Virrey del Pino, le daba una especie de titulo nobiliario y una postura ridícula, y aunque de una cultura regular pero provisto de una palabra rebuscada e inentendible, no tardó en encontrar en estas tierras un séquito de seguidores y admiradores que alimentaban su ego. Sobre la cultura de Rivadavia, la autorizada palabra de José María Rosa dice:Bernardino Rivadavia fue tenido por un hombre culto por sus contemporáneos. Más que por un hombre culto, por un sabio: su mote Padre de las Luces no tenía intención irónica. Casi todos creían en el enorme talento y los considerables conocimientos de Rivadavia: hasta San Martín (por lo menos en 1823), y el mismo Rosas en sus cartas de 1830 y 1834, ambos desconfiados por naturaleza de valores ficticios, reconocen su “vasta erudición”. Entre quienes no creyeron en la cultura de Rivadavia, y llegaron a burlarse inexorablemente del Padre de las Luces estuvieron el padre Castañeda hombre de sólida formación filosófica, y Pedro de Angelis, humanista y erudito a toda prueba. ¿Nuestra opinión?... Rivadavia no escribió un libro, ni dictó una cátedra. Su talento y conocimientos se manifestaron, por lo tanto, en su conversación particular, epístolas, discursos y decretos de gobierno. Nadie ha mencionado una frase feliz o un giro brillante de la conversación de Rivadavia, y sus cartas no pasan de una medianía. Los discursos no revelan precisamente ese enorme talento. En el inaugural de la presidencia, dijo: “...Organizar los elementos sociales que ellos tienen (los Estados) de manera que produzcan cada vez, en menor tiempo, el resultado mayor y mejor. Esto es lo que hay de verdad cuando se dice que se crea, y esto también pone delante de vosotros (los diputados) uno de aquellos avisos de refracción que el Presidente no puede dejar de recomendar el que los señores diputados lo tengan siempre delante de sí, y es el que sólo la sanción que regle lo que existe o para cortar el deterioro o para que produzca todo lo que da su vigor natural tiene efecto, y por consiguiente, obtendrá la autoridad que da el acierto y la duración que sólo puede garantir el bien”. En esta frase se encuentra de todo: anfibología, solecismos, barbarismos, monotonía. Y después de descifrar con trabajo ese aviso de refracción que la Presidencia recomienda a los diputados tener delante de sí, resulta que se reduce a una verdad de Pero Grullo: quitar lo malo y dejar lo bueno. Quedan sus decretos de gobierno. En el Registro Oficial de Rivadavia han encontrado sus admiradores la prueba de sus conocimientos y su afán civilizador. Aunque sea por las tapas. Alguna vez un diputado o senador comparó a Rivadavia con Rosas, por supuesto en beneficio de aquél, por el número de decretos de gobierno producidos por uno y otro. En sus decretos de gobierno, Rivadavia enseñaba de todo: para nombrar a un jardinero con 50 pesos mensuales dictaba una cátedra de botánica en quince artículos cuya parte dispositiva se resume: “las funciones del jardinero son... plantar y cultivar todo árbol de utilidad para paseo, combustible y todo género de combustible; plantar y cultivar todo género de flores, árboles frutales, plantas medicinales, granos, pastos y hortalizas”. (Registro Nacional Nº 1998, tomo II, Pág. 135). Crea una Academia de Medicina y Ciencias Exactas para encargarse de “formar una colección demostrativa de la geología y de las aves del país”: tamaña colección de despropósitos no puede ser más estrafalaria, pero está allí en el decreto del 31 de diciembre de 1823. Y no solamente hace danzar juntas a la medicina, a las ciencias exactas, a la geología y a las aves del país para ilustración de los lectores del Registro Oficial, sino que dicta un Reglamento para la Escuela de Partos, en enero de 1824, dando una completa enseñanza de ginecología y obstetricia: el objeto del primer año de estudios es conocer “las partes huesosas que constituyen la pelvis, el útero, el feto y sus dependencias, la vejiga, la orina y el recto”. En estos decretos administrativos está el sólido pedestal de la cultura de Rivadavia. O nuestros gigantes padres los conocieron solamente por las tapas, como el diputado o senador de marras, o se impresionaron demasiado por la música de las palabras. (extraído de Rosa, J. M. 1969. El revisionismo responde. Ediciones Pampa y Cielo. Buenos Aires) Rivadavia promulgó los más variados y extravagantes decretos, entre otros el que disponía la persecución de perros en Bs.As. porque uno de ellos tuvo el atrevimiento de ladrar el caballo del Presidente, que, siendo mal jinete, dio con su osamenta en el barro. Esto permitió que al día siguiente, barras de chicos se divirtieran recorriendo las calles de Bs.As. en persecución de “perros ladradores de caballos”, sobre todo si eran el “caballo del presidente”. Sus aires de grandeza, su palabrerío, sus ”luces” (y sus admiradores y aduladores) habían logrado que Don Bernardino trepara hasta la secretaría de la Junta de Gobierno, desde donde ejercería su nefasta influencia. Su falta de patriotismo lo llevó a desinteresarse por las luchas emancipadoras, y se dedicó más vale a ordenar la ciudad y a tratar de aplastar a los brutos caudillos del interior. Esto le llevo a tener algunas “diferencias” con varios, entre otros, con Belgrano y San Martin. Después de la vergonzosa paz de Rivadavia con Brasil, aquel se ve forzado a renunciar. Enterado San Martín, le escribe a O´Higgins el 20 de octubre de 1827:“Me dice Ud. no haber recibido más carta mías; se han extraviado, o mejor dicho se han escamoteado ocho o diez cartas mías que e tengo escritas desde mi salida de América; esto no me sorprende, pues me consta que en todo el tiempo de la administración de Rivadavia mi correspondencia ha sufrido una revista inquisitorial la maás completa. Yo he mirado esta conducta con el desprecio que merecen sus autores....ya habrá sabido la renuncia de Rivadavia. Su administración ha sido desastrosa y solo ha contribuido a dividir los ánimos. Yo he rechazado tanto sus groseras imposturas como su innoble persona. Con un hombre como este al frente de la administración no creí necesario ofrecer mis servicios en la actual guerra con el Brasil por el convencimiento en que estaba, de que hubieran sido despreciados” (Altamira Roberto. Op.cit. Museo Histórico Nacional. Piccinali.Op.cit. cap. XII) (JS.p.41)“desgraciadamente en esta cuestión, la conducta del señor Rivadavia desde que fue nombrado Presidente ha tenido la tendencia de acarrear odio y , casi podría agregarse, ridículo a lo que pudiera considerarse una autoridad suprema…; su repentina disolución del ex Gobierno de Buenos Aires …alarmó prematuramente a las otras provincias respecto de su propia suerte y ha determinado que se considerara la cuestión de federalismo o no federalismo, en un momento y de una manera que pudiera hacer muy difícil al Gobierno poner por obra sus planes”. (Informe de Parish a Caninng - Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX. H.S.Ferns. p.182)
jueves, 15 de abril de 2010
El 16 de julio de 1882 la Asociación Bernardino Rivadavia - con su Biblioteca popular - se abría a la comunidad de la que por entonces era la pequeña aldea.
La Biblioteca Rivadavia inició el préstamo de libros el 9 de octubre de 1882, a pocos meses de su fundación oficial.
El primer bibliotecario fue Daniel Aguirre. "El Viejo Aguirre" llamaban a este hombre sensible y culto, a cuya previsión se debe hoy tener una importante hemeroteca con diarios de su tiempo.
La época y el momento eran justamente los propicios para este evento. La difusión de las ideas de Domingo F. Sarmiento en pro de la creación de estas instituciones de cultura popular fue un motivo más para que un grupo de visionarios llevaran adelante su idea.
El altruismo de sus fundadores, entre los que se cuentan Daniel Cerri, Leónidas Lucero, Octavio Zapiola, Eliseo Casanova, Felipe Caronti y sus descendientes, entre otros, dio origen a una Institución que transitoriamente funcionó en algunos locales hasta la adquisición de la casa de calle Moreno 86 y más tarde - a partir de 1930 - su traslado a la sede de Avda. Colón 31, donde actualmente funciona.
La magnificencia de este edificio pudo concretarse gracias al legado de Luis C. Caronti y ha sido declarado patrimonio histórico de esta ciudad. Ocupa un solar dentro de la manzana fundacional que no pertenece a ninguna dependencia del estado: nacional, provincial o municipal.
Proyectado y construido entre 1927 y 1930, se pensó con amplia visión de futuro ya que aún hoy - pese a las limitaciones de espacio - puede seguir conteniendo el importante fondo bibliográfico y no bibliográfico que permite hablar de esta entidad privada sin fines de lucro, como la de mayor envergadura, no sólo dentro de la ciudad sino dentro del país.
Ya en su ubicación definitiva, puede asegurarse que a partir de la década de 1930 la afluencia de lectores a la biblioteca ha sido nutrida, especialmente durante los meses del ciclo lectivo. Esto ha permitido destacar la presencia de la juventud en la institución, así como también de niños y adultos que se presentan a consultar obras en sus salas. Así, abiertas sus puertas para todos los vecinos de Bahía Blanca, la biblioteca cumple ampliamente con su misión: crear y difundir el hábito de la lectura.
http://www.abr.org.ar/oldsite/index.htm
La Biblioteca Rivadavia inició el préstamo de libros el 9 de octubre de 1882, a pocos meses de su fundación oficial.
El primer bibliotecario fue Daniel Aguirre. "El Viejo Aguirre" llamaban a este hombre sensible y culto, a cuya previsión se debe hoy tener una importante hemeroteca con diarios de su tiempo.
La época y el momento eran justamente los propicios para este evento. La difusión de las ideas de Domingo F. Sarmiento en pro de la creación de estas instituciones de cultura popular fue un motivo más para que un grupo de visionarios llevaran adelante su idea.
El altruismo de sus fundadores, entre los que se cuentan Daniel Cerri, Leónidas Lucero, Octavio Zapiola, Eliseo Casanova, Felipe Caronti y sus descendientes, entre otros, dio origen a una Institución que transitoriamente funcionó en algunos locales hasta la adquisición de la casa de calle Moreno 86 y más tarde - a partir de 1930 - su traslado a la sede de Avda. Colón 31, donde actualmente funciona.
La magnificencia de este edificio pudo concretarse gracias al legado de Luis C. Caronti y ha sido declarado patrimonio histórico de esta ciudad. Ocupa un solar dentro de la manzana fundacional que no pertenece a ninguna dependencia del estado: nacional, provincial o municipal.
Proyectado y construido entre 1927 y 1930, se pensó con amplia visión de futuro ya que aún hoy - pese a las limitaciones de espacio - puede seguir conteniendo el importante fondo bibliográfico y no bibliográfico que permite hablar de esta entidad privada sin fines de lucro, como la de mayor envergadura, no sólo dentro de la ciudad sino dentro del país.
Ya en su ubicación definitiva, puede asegurarse que a partir de la década de 1930 la afluencia de lectores a la biblioteca ha sido nutrida, especialmente durante los meses del ciclo lectivo. Esto ha permitido destacar la presencia de la juventud en la institución, así como también de niños y adultos que se presentan a consultar obras en sus salas. Así, abiertas sus puertas para todos los vecinos de Bahía Blanca, la biblioteca cumple ampliamente con su misión: crear y difundir el hábito de la lectura.
http://www.abr.org.ar/oldsite/index.htm
Estadista unitario que trató de desarrollar e institucionalizar la nueva nación argentina de acuerdo con las ideologías europeas liberales de principios del siglo XIX; fue el primer presidente nacional (1826-1827). Nació en Buenos Aires de padres españoles; estudió en el Real Colegio de San Carlos; se casó con la hija del virrey Joaquín del Pino.
Luchó como oficial en la compañía de voluntarios de Galicia contra la invasión inglesa; intervino en la Revolución de Mayo; durante el período siguiente, apoyó las ideas liberales de Mariano Moreno contra las más conservadoras de los partidarios de Cornelio Saavedra; después de la revolución del 5-6 de abril de 1811, en la que estos últimos obtuvieron el dominio del gobierno patrio, Rivadavia fue enviado en misión diplomática a Europa, para pedir ayuda para la independencia argentina; regresó a tiempo para ser nombrado secretario de Guerra del Primer Triunvirato; influyó en la promulgación del estatuto que liberaba al poder ejecutivo del Triunvirato de la autoridad de la Junta Conservadora en la que estaban representados los delegados provinciales; en este demostró su compromiso con el gobierno centralizado y la dominación porteña que caracterizarían sus futuras políticas y las de los unitarios y que trajo la inmediata oposición de los federales y las provincias que resultó en las guerras civiles.
Fundó el Museo de Historia Nacional y una escuela secundaria para varones.
Sofocó con firmeza la rebelión de los patricios (Rebelión de las Trenzas) y la de Martín de Alzaga; en 1814, el director supremo don Gervasio Posadas envió a él y a Manuel Belgrano a Europa para pedir ayuda para lograr la independencia de las colonias, posiblemente con protección británica; se vieron involucrados en el proyecto fallido de Manuel de Sarratea para establecer la monarquía independiente de las Provincias Unidas, con Francisco de Paula en el trono; pasó varios años en Londres y viajando por Europa, que se estaba reconstruyendo luego de la derrota de Napoleón en Waterloo; regresó a Buenos Aires, convencido de que Europa no ayudaría a las colonias españolas contra los firmes esfuerzos de Fernando VII por recuperarlas.
Fue el ministro predominante en el gabinete de Martín Rodríguez en 1821; estaba resuelto a asegurar el reconocimiento internacional de la independencia argentina, a ubicar a la nación que acababa de surgir de la anarquía (1820) bajo un gobierno constitucional fuertemente centralizado y a institucionalizar y desarrollar su vida política, económica, social y cultural de acuerdo con los modelos y las ideologías de la Europa contemporánea. En los siguientes seis años, obtuvo estos logros: comenzó con una amplia ley de amnistía que permitía el regreso de los exiliados políticos argentinos; aseguró el reconocimiento de la independencia argentina por muchas naciones tales como Portugal, Brasil, Estados Unidos y Gran Bretaña y firmó el tratado de amistad, comercio y navegación con la última; abolió el Cabildo de Buenos Aires como fuente de disturbios políticos a causa de su reciente complicación en los asuntos nacionales; definió los límites de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; convocó un Congreso Nacional Constituyente (1824) que lo eligió presidente de la Nación en 1826 y elaboró la Constitución de ese mismo año.
Con la nueva relación entre el gobierno y la Iglesia aún inestable y la disciplina eclesiástica relajada introdujo una serie de reformas en esa materia que apuntaban a una mayor secularización, incluyendo la abolición de los fueros especiales, de los diezmos y otras contribuciones a la Iglesia; los cementerios pasaron a la jurisdicción civil; creó la Sociedad de beneficencia tomando como modelo la Junta de las Damas de Madrid y secularizó las órdenes monásticas; recibió la ayuda de otros liberales como Manuel García, Cosme Argerich, Manuel Moreno y el aporte financiero de los Anchorena, Lezica, Sáenz Valiente, McKinlay y otras familias poderosas y ricas, tanto criollas como británicas; disponiendo del capital británico, ahora que reinaba la paz y el orden, se dedicó a fortalecer el crédito argentino y a desarrollar y diversificar su economía.
En 1822, declaró la autoridad del Estado sobre las transacciones de propiedad privada y tierras públicas; implantó el sistema de enfiteusis de distribución y uso de la tierra; creó el Banco Nacional que gestionaría el préstamo de la Baring Brothers; estimuló la agricultura, la minería, las operaciones bancarias, la cría de ovejas y el comercio; utilizó los préstamos para el programa de obras públicas, en especial para modernizar la ciudad de Buenos Aries; inició la construcción del puerto en Ensenada; mientras tanto, había fundado la Universidad de Buenos Aires y estimuló la enseñanza de las nuevas doctrinas económicas y filosóficas en el Colegio de San Carlos; para acelerar todos los procesos de cambio, trajo a tantos expertos europeos (generalmente contratados) como le fue posible, desde técnicos hasta profesores; alentaba la esperanza de organizar colonias agrícolas para ocupar las tierras vacías y compró barcos para el comercio fluvial.
Durante el período de su presidencia (1826-1827) también hizo frente a la guerra con el Brasil, provocada por las rivalidades en el Uruguay; aunque muchos veteranos de la guerra de la independencia estaban dispuestos a luchar, la guerra fue poco popular y Rivadavia envió a Manuel José García para que negociara la paz; este último se excedió en sus instrucciones y comprometió la posición argentina causando graves problemas a Rivadavia, quien inmediatamente repudió la acción de García; para ese entonces, Rivadavia había acumulado mucha oposición y hasta odios; personalmente, nunca había gozado de popularidad y había enfrentado a líderes como José de San Martín y Juan Martín de Pueyrredón por cuestiones personales; muchos unitarios de las provincias no estaban de acuerdo con su insistencia en el predominio de Buenos Aires y los federales se oponían a esto y a la centralización del gobierno por la Constitución de 1826, que fue firmada pero no ratificada; los católicos se sintieron agraviados por su política religiosa; Tucumán, a las órdenes de Facundo Quiroga, ya había reaccionado y, bajo el lema de "Religión o Muerte", había vencido a las fuerzas pro Rivadavia en Catamarca, San Juan y Santiago del Estero; en 1827, la provincia de Buenos Aires se enardeció por la federalización de la ciudad de Buenos Aires que provocó que aquélla perdiera la capital y el dominio del puerto nacional.
Finalmente en julio de 1827, Rivadavia renunció como presidente y se retiró a su finca en el campo y luego en 1829, alejado definitivamente de la política, partió hacia España; intentó regresar en 1834 pero no le permitieron desembarcar (es bastante irónico que su único defensor en ese momento fuera Quiroga); luego de una breve estadía en Uruguay y una más prolongada en Río de Janeiro, se trasladó a Cádiz, España, donde vivió modestamente y murió en la pobreza; en 1857, sus restos fueron traídos a Buenos Aires y enterrados el 4 de septiembre en el cementerio de la Recoleta con gran ceremonia, en la que participaron Mitre, Sarmiento y Mármol; en 1932 se trasladaron sus cenizas a un mausoleo construido en su honor en la plaza Once de Septiembre (antes llamada Miserere) en Buenos Aires.
La evaluación de la contribución de Rivadavia al desarrollo argentino es un tema aún polémico entre los historiadores como lo fue entre sus contemporáneos; los argentinos unitarios y liberales, como otros estudiosos occidentales, lo consideran una persona con visión, un arquitecto de la nación, aduciendo que la República Argentina se desarrolló sobre los lineamientos proyectados por Rivadavia y que Buenos Aires se federalizó y se convirtió en una ciudad dominante en todos los aspectos de la vida nacional; los federales, los nacionalistas y otros afirman que gran parte de la agonía política argentina del siglo XIX se debe atribuir a la indiferencia de Rivadavia frente a las realidades políticas y culturales y a su determinación de destruir o distorsionar su identidad nacional y convertida en una copia de los modelos europeos y que, sólo décadas después, cuando la Argentina creó su propia organización política nacional y la tecnología moderna unió la nación e hizo posible la explotación de la nueva tierra y de los recursos mineros, la Argentina pudo adoptar con comodidad esos elementos extranjeros que quería usar; de cualquier forma, Rivadavia soñó y trabajó para engrandecer su país y actualmente sus compatriotas lo honran con admiración.
Luchó como oficial en la compañía de voluntarios de Galicia contra la invasión inglesa; intervino en la Revolución de Mayo; durante el período siguiente, apoyó las ideas liberales de Mariano Moreno contra las más conservadoras de los partidarios de Cornelio Saavedra; después de la revolución del 5-6 de abril de 1811, en la que estos últimos obtuvieron el dominio del gobierno patrio, Rivadavia fue enviado en misión diplomática a Europa, para pedir ayuda para la independencia argentina; regresó a tiempo para ser nombrado secretario de Guerra del Primer Triunvirato; influyó en la promulgación del estatuto que liberaba al poder ejecutivo del Triunvirato de la autoridad de la Junta Conservadora en la que estaban representados los delegados provinciales; en este demostró su compromiso con el gobierno centralizado y la dominación porteña que caracterizarían sus futuras políticas y las de los unitarios y que trajo la inmediata oposición de los federales y las provincias que resultó en las guerras civiles.
Fundó el Museo de Historia Nacional y una escuela secundaria para varones.
Sofocó con firmeza la rebelión de los patricios (Rebelión de las Trenzas) y la de Martín de Alzaga; en 1814, el director supremo don Gervasio Posadas envió a él y a Manuel Belgrano a Europa para pedir ayuda para lograr la independencia de las colonias, posiblemente con protección británica; se vieron involucrados en el proyecto fallido de Manuel de Sarratea para establecer la monarquía independiente de las Provincias Unidas, con Francisco de Paula en el trono; pasó varios años en Londres y viajando por Europa, que se estaba reconstruyendo luego de la derrota de Napoleón en Waterloo; regresó a Buenos Aires, convencido de que Europa no ayudaría a las colonias españolas contra los firmes esfuerzos de Fernando VII por recuperarlas.
Fue el ministro predominante en el gabinete de Martín Rodríguez en 1821; estaba resuelto a asegurar el reconocimiento internacional de la independencia argentina, a ubicar a la nación que acababa de surgir de la anarquía (1820) bajo un gobierno constitucional fuertemente centralizado y a institucionalizar y desarrollar su vida política, económica, social y cultural de acuerdo con los modelos y las ideologías de la Europa contemporánea. En los siguientes seis años, obtuvo estos logros: comenzó con una amplia ley de amnistía que permitía el regreso de los exiliados políticos argentinos; aseguró el reconocimiento de la independencia argentina por muchas naciones tales como Portugal, Brasil, Estados Unidos y Gran Bretaña y firmó el tratado de amistad, comercio y navegación con la última; abolió el Cabildo de Buenos Aires como fuente de disturbios políticos a causa de su reciente complicación en los asuntos nacionales; definió los límites de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; convocó un Congreso Nacional Constituyente (1824) que lo eligió presidente de la Nación en 1826 y elaboró la Constitución de ese mismo año.
Con la nueva relación entre el gobierno y la Iglesia aún inestable y la disciplina eclesiástica relajada introdujo una serie de reformas en esa materia que apuntaban a una mayor secularización, incluyendo la abolición de los fueros especiales, de los diezmos y otras contribuciones a la Iglesia; los cementerios pasaron a la jurisdicción civil; creó la Sociedad de beneficencia tomando como modelo la Junta de las Damas de Madrid y secularizó las órdenes monásticas; recibió la ayuda de otros liberales como Manuel García, Cosme Argerich, Manuel Moreno y el aporte financiero de los Anchorena, Lezica, Sáenz Valiente, McKinlay y otras familias poderosas y ricas, tanto criollas como británicas; disponiendo del capital británico, ahora que reinaba la paz y el orden, se dedicó a fortalecer el crédito argentino y a desarrollar y diversificar su economía.
En 1822, declaró la autoridad del Estado sobre las transacciones de propiedad privada y tierras públicas; implantó el sistema de enfiteusis de distribución y uso de la tierra; creó el Banco Nacional que gestionaría el préstamo de la Baring Brothers; estimuló la agricultura, la minería, las operaciones bancarias, la cría de ovejas y el comercio; utilizó los préstamos para el programa de obras públicas, en especial para modernizar la ciudad de Buenos Aries; inició la construcción del puerto en Ensenada; mientras tanto, había fundado la Universidad de Buenos Aires y estimuló la enseñanza de las nuevas doctrinas económicas y filosóficas en el Colegio de San Carlos; para acelerar todos los procesos de cambio, trajo a tantos expertos europeos (generalmente contratados) como le fue posible, desde técnicos hasta profesores; alentaba la esperanza de organizar colonias agrícolas para ocupar las tierras vacías y compró barcos para el comercio fluvial.
Durante el período de su presidencia (1826-1827) también hizo frente a la guerra con el Brasil, provocada por las rivalidades en el Uruguay; aunque muchos veteranos de la guerra de la independencia estaban dispuestos a luchar, la guerra fue poco popular y Rivadavia envió a Manuel José García para que negociara la paz; este último se excedió en sus instrucciones y comprometió la posición argentina causando graves problemas a Rivadavia, quien inmediatamente repudió la acción de García; para ese entonces, Rivadavia había acumulado mucha oposición y hasta odios; personalmente, nunca había gozado de popularidad y había enfrentado a líderes como José de San Martín y Juan Martín de Pueyrredón por cuestiones personales; muchos unitarios de las provincias no estaban de acuerdo con su insistencia en el predominio de Buenos Aires y los federales se oponían a esto y a la centralización del gobierno por la Constitución de 1826, que fue firmada pero no ratificada; los católicos se sintieron agraviados por su política religiosa; Tucumán, a las órdenes de Facundo Quiroga, ya había reaccionado y, bajo el lema de "Religión o Muerte", había vencido a las fuerzas pro Rivadavia en Catamarca, San Juan y Santiago del Estero; en 1827, la provincia de Buenos Aires se enardeció por la federalización de la ciudad de Buenos Aires que provocó que aquélla perdiera la capital y el dominio del puerto nacional.
Finalmente en julio de 1827, Rivadavia renunció como presidente y se retiró a su finca en el campo y luego en 1829, alejado definitivamente de la política, partió hacia España; intentó regresar en 1834 pero no le permitieron desembarcar (es bastante irónico que su único defensor en ese momento fuera Quiroga); luego de una breve estadía en Uruguay y una más prolongada en Río de Janeiro, se trasladó a Cádiz, España, donde vivió modestamente y murió en la pobreza; en 1857, sus restos fueron traídos a Buenos Aires y enterrados el 4 de septiembre en el cementerio de la Recoleta con gran ceremonia, en la que participaron Mitre, Sarmiento y Mármol; en 1932 se trasladaron sus cenizas a un mausoleo construido en su honor en la plaza Once de Septiembre (antes llamada Miserere) en Buenos Aires.
La evaluación de la contribución de Rivadavia al desarrollo argentino es un tema aún polémico entre los historiadores como lo fue entre sus contemporáneos; los argentinos unitarios y liberales, como otros estudiosos occidentales, lo consideran una persona con visión, un arquitecto de la nación, aduciendo que la República Argentina se desarrolló sobre los lineamientos proyectados por Rivadavia y que Buenos Aires se federalizó y se convirtió en una ciudad dominante en todos los aspectos de la vida nacional; los federales, los nacionalistas y otros afirman que gran parte de la agonía política argentina del siglo XIX se debe atribuir a la indiferencia de Rivadavia frente a las realidades políticas y culturales y a su determinación de destruir o distorsionar su identidad nacional y convertida en una copia de los modelos europeos y que, sólo décadas después, cuando la Argentina creó su propia organización política nacional y la tecnología moderna unió la nación e hizo posible la explotación de la nueva tierra y de los recursos mineros, la Argentina pudo adoptar con comodidad esos elementos extranjeros que quería usar; de cualquier forma, Rivadavia soñó y trabajó para engrandecer su país y actualmente sus compatriotas lo honran con admiración.
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